“De toda la vida”, como suele decirse, como herramientas para este camino de la Cuaresma, la Iglesia nos propone cuidar tres actitudes: Limosna, Ayuno y Oración.

 

Hoy, a medio camino, nos gustaría proponeros un recuerdo y una revisión de estas ideas.

 

LIMOSNA

La palabra limosna no la oímos con gusto; para nosotros suele estar relacionada con lo económico, lo material, desprenderse de lo que uno tiene o de lo que le sobra.

Pero… ¿Qué significa en realidad limosna?

Limosna, en hebreo “sadaqah”, significa justicia. Con esta palabra, en tiempos de Jesús, se pedía ayuda para quienes sufren injusticia y para los necesitados. La limosna se entiende entonces como una actitud de compasión y acercamiento con los que tenemos al lado. Es limosna actuar desde la misericordia, eliminar barreras, acoger… Tener contacto de corazón a corazón. Limosna es el encuentro de dos manos que se tienden una hacia la otra. La limosna empieza en el momento en que dejamos de hacer lo que nos apetece y nos hacemos pobres en elección, en tiempo, en bienes, en descanso… por los demás.

Y no es necesario hacer ruido… Allá donde Dios nos haya situado, en nuestra familia, entre los múltiples trabajos de la semana, en nuestra profesión… En la «oscuridad» de nuestras jornadas, en lo secreto, podemos hacer esta limosna que es justicia, pues antes de que nosotros pudiéramos amar, Dios nos amó a todos, y todo lo que tenemos es don y gracia para compartir.  

 

AYUNO

El ayuno aparece en ciertos momentos, textos, tiempos, palabras y actitudes de muchas religiones. Sin ir lejos, nuestros vecinos y hermanos musulmanes, también ayunan en su tiempo de Ramadán.

En el Ramadán, un musulmán ayuna desde el amanecer hasta el ocaso para liberar su espíritu de superficialidades, redescubrir su pureza y acercarse a su dios. Durante el Ramadán un musulmán no solo debe ayunar de comida y agua, sino también de criticar, cotillear, mentir, enfurecerse y discutir. Cuando en Ramadán un musulmán ayuna, lo hace para acercarse interiormente a los hermanos que tienen menos que él y sentir lo que sienten los pobres, y a través de eso reavivar su caridad y su gratitud a Dios por todo lo que le ha dado.

¿Sorprendido? A veces resuena más lo que nos separa que lo que tenemos en común…

Muchas veces los cristianos nos limitamos a mantener el símbolo, la tradición… Pero no nos preocupamos por dar sentido en nuestro interior al ayuno o a la abstinencia que se nos propone en este tiempo de Cuaresma.

El Papa Francisco nos recuerda que el ayuno verdadero es socorrer al prójimo. Dejar de lado la hipocresía, la vanidad, la falsa religiosidad. Mostrarse atento con los demás. Es romper cadenas, compartir el pan, no esconderse de los semejantes…

Es una invitación en cada Cuaresma volver a leer Isaías 58.

 

ORACIÓN

La oración no es algo encerrado en una capilla. La oración es amor, es encuentro, es diálogo con Dios, y esto se puede experimentar en muy distintos lugares y situaciones. La oración puede ser una actitud o un hilo que une todas las buenas acciones e intenciones, y a la vez es aquello a lo que acudimos cuando necesitamos recuperarnos o dar sentido a lo que hacemos.

 

Muchas veces, sumergidos en las ocupaciones del día a día, nos cuesta reconocer y agradecer todo lo que se nos ha dado gratis. Solemos detenernos para rezar cuando necesitamos ayuda, cuando necesitamos claridad, fortaleza… Durante la Cuaresma, cambiemos:

Oremos más para dar gracias que para pedir, de una forma más sencilla, humilde, sincera y confiada. Abramos nuestro corazón y nuestros ojos al mundo exterior e interior.  Digamos «no» a una oración vacía, egoísta, ruidosa… Y tratemos de continuar este camino recordando que Dios no nos pide que oremos mucho, nos pide que oremos bien.

 

«La Cuaresma es un tiempo de decir «no»; no a la asfixia de una oración que nos tranquilice la conciencia, de una limosna que nos deje satisfechos, de un ayuno que nos haga sentir que hemos cumplido.»   (Papa Francisco)

 

Rosa Vigil

Coordinadora de Pastoral

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