Hace ya algún tiempo desde la Fundación me propusieron participar en el programa de cooperación internacional para el Plan de formación del profesorado en Guinea Ecuatorial. Al principio me pareció una idea bastante interesante y casi sin pensarlo dije que sí. De esto ha pasado ya más de un año: un año en el que mi visita a Guinea se veía cada vez más lejana, como algo que, por circunstancias externas, se había tenido que posponer sin una fecha prevista para ir y trabajar allí unos días. Al final, el momento llegó y a finales de noviembre me comunicaron las fechas definitivas para poner pie en Guinea Ecuatorial.
Con todo preparado, recomendaciones sanitarias y burocracia lista nos pusimos dirección Malabo, capital de Guinea Ecuatorial. Y en este desconocido país iba a vivir las siguientes dos semana. Como objetivos personales: empaparme todo lo que pudiera de la cultura y tradiciones y convivir con los docentes conociendo su realidad y compartiendo con ellos experiencias que, desde España, se veían tan lejanas.
Desde el punto de vista formativo la experiencia fue fascinante. Tuve la oportunidad de formar a docentes de la etapa de Secundaria, etapa en la que realizo mi labor como profesor aquí en El Pilar. Los profesores de Secundaria y Primaria, con los que pude compartir la formación, tenían muchas ganas de aprender, muchas ganas de hacer que sus alumnos desarrollasen todo el potencial que tenían dentro. Me sorprendió de ellos la gran motivación que tienen para transmitir conocimientos y educar a las nuevas generaciones para que puedan tener alguna oportunidad, una mejora para el futuro.
Desde un sistema educativo a veces anticuado y poco excitante para el alumnado, estos profesores veían en la formación un cambio, una oportunidad de crecer como docentes y hacer crecer a sus alumnos. Con inquietudes parecidas a las que vivimos desde España: el uso de teléfonos móviles en el aula, el peligro de las redes sociales, la desmotivación y el abandono escolar, entre otros. Estos profesores se enfrentan, además, a grupos muy numerosos, con un mínimo de 40 alumnos por aula en Secundaria, y alguno de ellos hasta 80 en un solo aula. Por lo que una buena gestión de Aula es imprescindible en su realidad, y en esto se basó la formación que pude impartir allí.
Pero el viaje a Guinea no fue solamente formación. También tuve la oportunidad de entrar en las aulas y ver cómo funcionan. Al hacerlo también estamos formando, ya que los profesores pueden ver cómo aplicamos en el aula lo que reciben en la formación. Tuve la suerte de participar en tres sesiones con alumnos de diferentes etapas y edades. Cuando me plantearon entrar en las aulas y pensé en los niveles que había en cada grupo, solo tenía alguna pincelada sobre los contenidos que estaban dando. Al preparar las sesiones pensé, desde los prejuicios que muchas veces tenemos, que el nivel sería más bajo, y que estaban aprendiendo desde cero las multiplicaciones, fracciones o los sistemas del cuerpo humano. Una vez en el aula enseguida me di cuenta de algo que mis prejuicios no me habían dejado ver. El nivel académico que tienen los alumnos en Guinea es bastante bueno, aprendiendo de la misma forma que nosotros. Sus “Compara y contrasta”, sus “Partes del todo”, sus “Preguntas estrella”, tantas estrategias tan familiares hicieron que mi experiencia en Guinea fuera como estar en casa a 4500 km de distancia.
Por último me gustaría agradecer en primer lugar a la Fundación por la oportunidad de vivir esta experiencia tan enriquecedora, a las congregaciones de hermanas que nos acogieron, en especial a la Comunidad de Hijas de la Caridad de La Milagrosa Mokom y a las Hermanas de la Caridad de Santa Ana. Por último a todos los profesores de ESBA (Educación Secundaria) de Guinea que participaron en la formación, cada uno de ellos me hizo crecer un poco más en esta gran profesión que es la docencia.
Luis Pintado López
Profesor de Secundaria y Coordinador ESO