A lo largo de la historia la escuela siempre ha sido objeto de críticas, blanco fácil para la sociedad. Si echamos la vista atrás, observamos como de forma generalizada se ha reprochado de manera permanente su desconexión con la sociedad de cada momento. Desde finales del siglo XIX y una vez consolidado nuestro sistema educativo y la educación obligatoria universal, observamos una misma música de fondo: el modelo de escuela tradicional basada en el aprendizaje memorístico queda obsoleto provocando una insatisfacción con la institución escolar convencional, los valores y también con los contenidos dominantes. Esta situación ha provocado la búsqueda de nuevas propuestas pedagógicas y nuevas formas de enseñar y aprender que ponen “patas arriba” la escuela tradicional. 

En nuestro pasado educativo contamos con numerosos referentes que promovieron la creación nuevos de idearios, metodologías y prácticas educativas (Ferriere, Dewey, Montessori, Freinet, Decroly, Francisco Giner de los Ríos, etc). Todas ellas coinciden en cuatro aspectos generales. Sitúan al niño/a en el centro del proceso de enseñanza-aprendizaje; reinventan la relación pedagógica entre estudiante y docente, en el que éste pasa de hacer monólogos en sus clases magistrales a hacer una labor de acompañamiento, de orientación y guía de sus estudiantes; el conocimiento se construye de forma colaborativa, no se presenta como algo inmutable, y la evaluación pone el acento no sólo en los resultados y producto final sino en la calidad de los procesos de aprendizaje. 

En la actualidad, estamos en una nueva ola pedagógica. En los últimos años han ido apareciendo numerosas alternativas para la innovación educativa que tratan de sintonizar mejor con las demandas de la sociedad. En su mayoría son propuestas y prácticas que han retomado el legado pedagógico del siglo XX para la escuela del siglo XXI, nuestra escuela. Ahí es donde encontramos a Trilema. Por eso, siempre comento que Trilema no ha inventado nada nuevo, ha retomado de esos referentes muchas técnicas, estrategias y métodos actualizándolos y adaptándolos al contexto que vivimos en estos momentos.

 

La llegada de Trilema a El Pilar

Trilema llegó al colegio y provocó un “sunami” en toda la comunidad educativa implicada. Las familias nos encontramos con mucho desconcierto, desconfianza, miedos, pero a la vez con una propuesta sugerente, motivante que ofrecía posibilidades y cambios importantes para la educación de nuestros hijos/as. Trabajar por proyectos, aprendizaje colaborativo-cooperativo, aprender a pensar, metacognición, escritura creativa, autoevaluación, tutorías horizontales y verticales, asambleas, celebraciones del aprendizaje, plan lector, etc. Los comienzos no fueron fáciles, ni para los docentes, ni para los niños/as ni para las familias, no nos engañemos. 

Vamos por el tercer curso académico y ya tenemos elementos suficientes para poder valorar sus fortalezas y debilidades. Hay muchos cambios que hacen fuerte esta propuesta educativa. Destacaría en primer lugar, a los maestros y maestras que se han dejado la piel literalmente durante todo este tiempo, que han tenido que reinventarse. Soy consciente que para un docente es más sencillo preparar una lección y explicarla en clase con los pocos medios disponibles del momento, que estar ideando permanentemente propuestas y proyectos con temáticas vinculadas a los programas de contenidos, y que además resulten atractivos para los/as estudiantes. Esto requiere mucho trabajo en la “trastienda”, además de un derroche de imaginación y creatividad constante como podemos comprobar cada vez que asistimos a las jornadas de Celebración del Aprendizaje. 

En segundo lugar, otra de las fortalezas del proyecto Tilema es el entusiasmo que ha despertado en los niños/as por el aprendizaje y la investigación. Contenidos tradicionalmente poco atractivos para ellos/as han favorecido un mayor interés por saber, investigar, construir la realidad. Hace unos días mi hijo expresaba en una carta que estaba escribiendo para enviar a un niño/a de otro colegio que con los “proyectos se aprende más” y, entre los relatos que nos da sobre el trabajo diario, nos contaba que le hubiera gustado investigar la guerra de la independencia para trabajar en su grupo. Ejemplos de estos tenemos muchos, que cada vez nos sorprenden menos porque los niños/as van interiorizando una forma de aprender muy alejada de la experiencia que hemos tenido en nuestra etapa escolar. No son conversaciones típicas de las que manteníamos hace unos años… Un tercer aspecto que valoro positivamente es el cambio que se han producido en los espacios del colegio. Por ejemplo, los pasillos, que eran espacios de circulación o de tránsito, se han convertido en espacios de trabajo cotidiano. Este aspecto es muy importante porque cambia radicalmente el acto educativo y la organización escolar del centro.

 

Un camino aún por recorrer

Hay más aspectos positivos, pero es importante también abordar algunas de las debilidades que para mí, personalmente, sigo apreciando de la propuesta Trilema. Tiene que ver con el conocimiento. Estoy de acuerdo en que hay que emplear herramientas que favorezcan el placer de aprender y que el empleo de estas metodologías predispone mejor a los niños/as a aprender, generando procesos y resultados muy buenos, pero en estos años he observado, quizá especialmente en el primer año, que la “puesta en escena o escaparate” ha acaparado un tiempo amplio de la labor educativa en detrimento de los contenidos. Soy defensora de estas formas de aprender pero no a costa del conocimiento. No quiero insinuar que se pierde el tiempo, en absoluto, porque los proyectos se sustentan en contenidos, obviamente. Pero, de forma general, en el proceso formativo de una persona me parece importantísimo adquirir conocimiento también a través del estudio trabajoso que permita ejercitar la memoria. Pienso que la memoria está infravalorada y desprestigiada y considero que es igual de importante para que nuestros niños/as construyan su conocimiento. Implica esfuerzo, tarea constante, hábito de trabajo y estas capacidades, competencias, llamémosle como sea, considero que se han perdido. 

Hace unos días escuchaba a un profesor catedrático de Teoría de la Educación, si bien no muy prolijo a las pedagogías alternativas que califica “de fuegos artificiales” –que no comparto–, explicando que la memoria nos ayuda a percibir ahora las cosas que se quedan con nosotros y nos hacer ser lo que somos. Nos ayuda a ampliar nuestras experiencias vitales”. Estoy de acuerdo con esta apreciación. Me preocupa especialmente, que se siga una corriente muy actual, pensando que lo importante son las herramientas para localizar la información para construir conocimiento. Sí, es cierto que es importante en una sociedad digital enseñar a buscar con criterio y cierto prisma crítico, pero por favor, no olvidemos la importancia del esfuerzo, del estudio continuado. Quizá la queja más generalizada entre las familias sea la falta de trabajo en casa de nuestros hijos/as, concretamente la falta de deberes. Algo que años atrás nos llevaba por la calle de la amargura porque precisamente nos quejábamos justo de lo contrario: la saturación de trabajo que los niños/as llevaban a casa y que impedía tiempos de descanso. Creo que va en la línea de lo apuntado. Todo esto va más allá, porque implica plantearse como familia si nuestros hijos/as saldrán preparados para afrontar la ESO y el Bachillerato, etapas en las que se necesita una base de conocimiento y unos hábitos de estudio que posibiliten su proyección escolar y académica. Es uno de los grandes dilemas de las familias.

Sara Ramos Zamora

Madre de un alumno de Trilema El Pilar

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